Hace dos años que Alejandro vino al mundo, dos años también de la ceremonia de Bienvenida que le organizamos junto a nuestros familiares y amigos. Por aquel entonces escribí un post contando como fue ese emocionante día y se ha convertido en uno de los más visitados del blog. Cada vez más gente busca opciones diferentes para celebrar la vida, así que hace unas semanas cuando llegó a mis manos este mágico y bello escrito del ‘bautizo alternativo’ de mi hijo, contado esta vez desde la perspectiva de nuestra bella amiga, María Medina, que ejerció de oficiante, decidí con su permiso, compartirlo nuevamente en el blog. Muchísimas Gracias María por este bello regalo para Alejandro, para nosotros y para todas aquellas familias que buscan hacer celebraciones más conscientes.
¡Bienvenido a la vida, Álex!
Son las seis y media del 21 de junio de 2014. Después de unas semanas de intenso trabajo todo está listo para la ceremonia. Los invitados empiezan a llegar. Risas y saludos, besos, abrazos y presentaciones entre aquellos que todavía no se conocen.
En un rincón del jardín de la casa de sus abuelos maternos está preparado el sencillo altar. Colocados con amor se encuentran los objetos que sus padres han escogido para llevar a cabo la presentación oficial del pequeño Alejandro a sus familiares y amigos.
Estamos en Mataelpino, una localidad de la madrileña sierra de Guadarrama. Mataelpino se encuentra a los pies de La Maliciosa, una de las montañas más importantes y altas de la citada sierra de Madrid. La “maldecida” debe su apodo en parte a lo difícil de su escalada y, aunque su nombre evoca soledad, nos protege y resguarda con su imponente presencia.
El primer día del verano nos regala un sol cálido y resplandeciente que ilumina todo el jardín. Cruzamos los dedos para que no llueva. Los días anteriores las nubes oscuras acabaron descargando agua a raudales. El jardin está rebosante de flores de colores vivos y vibrantes, engalanado para la fiesta con guirnaldas y globos blancos y azules.
Alejandro, un precioso bebé de tres meses recién cumplidos, rubio, con unos ojos todavía azules, es el auténtico protagonista del día. Es el primer hijo, sobrino y nieto de las dos familias. Sus padres quieren ser coherentes con su modo de pensar y entender la vida. De amar la vida. Han elegido para su hijo una ceremonia poco convencional y quieren que sus seres queridos participen de ella de forma activa.
El día escogido tampoco es casual. El 21 de junio es el solsticio de verano y señala el momento de mayor luz del día en el hemisferio norte del planeta. Es una fecha celebrada desde tiempos inmemoriales, con rituales religiosos o paganos, en los que se conmemora el final del invierno con sus días tristes y fríos. En algunas culturas también guarda relación con la fertilidad, anticipa los meses de cosecha que están por llegar, y rinde homenaje a la tierra y al Sol, dadores de luz y vida.
Algunas personas se acercan al altar con curiosidad. Preguntan qué vamos a hacer. Velas, palosanto, unas plumas de águila procedentes de Sedona, en el desierto de Arizona, una concha de nácar, agua de Glastonbury…objetos cargados de un significado especial para los padres de Alejandro.
Los invitados empiezan a ocupar su lugar en las sillas dispuestas alrededor del altar, algunos se sientan en el suelo, acogidos por la suavidad y frescura de la hierba del jardín. Una suave melodía lo envuelve todo. La magia está servida.
El pequeño Alejandro está en brazos de su padre y parece darse cuenta de que algo importante está a punto de suceder. Su madre, a su lado, los mira a los dos con unos ojos llenos de ternura y amor.
Me sitúo frente a ellos, cerca del altar, de donde iré tomando los elementos necesarios cuando llegue el momento oportuno. Todos los rostros están pendientes de nosotros, miradas curiosas, expectantes y entregadas a lo que quiera que vaya a suceder allí.
Mi querido amigo toma la palabra para dar la bienvenida a sus seres queridos y las gracias por estar presentes en un momento tan importante en sus vidas. Les explica a todos que han querido hacer del bautismo de Alejandro un momento especial e inolvidable para ellos.
Con esta ceremonia, presentan a su hijo a aquellos con quienes compartirá su camino por la vida. Ante ellos, asumen como pareja el compromiso que adoptan con el bebé: educarle, acompañarle y guiarle con amor, para que se convierta en un ser autosuficiente, compasivo y feliz. Esta ceremonia supone una toma de conciencia para que el paso por este mundo de Alejandro, todavía dependiente y vulnerable, se convierta en una aventura maravillosa.
La sensación que la familia experimenta con la llegada de un nuevo hijo a su seno recuerda al efecto que se produce al lanzar una pequeña piedra a un estanque: se crean nuevas ondas de energía que se expanden y no sólo involucran a la pareja, sino también a familiares, amigos, comunidades y ¡al planeta entero!. En la ceremonia de Bienvenida al Mundo se solicita la colaboración de todos para aportar valores positivos y apoyar al niño en su evolución como persona.
En este instante invito a los asistentes a un breve momento de recogimiento, de toma de conciencia de lo que vamos a celebrar allí. Les pido que traigan a la memoria a sus seres queridos ausentes, que son la parte invisible del linaje familiar de Alejandro, para que con su presencia, guíen al pequeño en su caminar por la vida.
Hablamos de los cuatro elementos, tierra, agua, aire y fuego, elementos que forman parte de la vida y del quinto, el éter, que los contiene y alimenta a todos, de lo que representan y de como vamos a hacerlos presentes para que acompañen y nutran a Alejandro.
Al hablar del elemento tierra y de su significado, el abuelo materno del bebé se acerca con una bandeja donde cada persona deposita un pequeño trozo de tela que han traído consigo, con ellos se confeccionará una manta para el pequeño que le recordará el apoyo incondicional de sus seres queridos.
A continuación hacemos presente al elemento fuego y la abuela paterna se aproxima al altar con una vela de color blanco que encienden sus padres. Después, cada uno de los invitados encenderá una pequeña vela flotante que irán depositando en un cuenco con agua.
Posteriormente, al hablar del elemento aire, la abuela materna porta un gracioso molinillo de viento en el que cada uno de los presentes insufla un soplo de vida, en él quedará para siempre la energía de cada uno de ellos.
Para concluir, es el abuelo paterno el que nos acerca la jarra con agua. Deposita una pequeña cantidad en la concha de nácar y, con mucho cuidado, la derramamos sobre la cabeza del bebé que nos regala a todos una maravillosa sonrisa.
Finalmente, todos los presentes escriben en un cuaderno un deseo para el pequeño, para que recuerde que nunca estará solo en su caminar y tenga presente a lo largo de su vida la importancia de la familia, los amigos y todos aquellos que le aman.
Entonces alguien me dice, María, hablaste de un quinto elemento, ¿cuál es?. El quinto elemento, el que lo une todo, es invisible. Diluye las diferencias de credos, ideas o pensamientos y ha estado presente todo el tiempo. Es el Amor.
En este punto, hay muchos ojos llenos de lágrimas. Es el bebé, que se ha portado extraordinariamente bien durante toda la tarde, el que da por terminado el ritual de bienvenida. Con sus protestas nos hace saber que la hora de su biberón se acerca y ante eso, ¡no hay nada más que añadir!
De nuevo besos, abrazos, felicitaciones… el sol va descendiendo lentamente. ¡Nos ha regalado un día perfecto! Ha llegado el momento del brindis, de las fotos de familia y de saborear los manjares que aguardan en las mesas preparadas en el porche.
Un delicioso trozo de tarta de chocolate me espera en el plato. Gente feliz a mi alrededor celebrando la vida. Sólo puedo decir: ¡Gracias!
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