Dimos la bienvenida a Alejandro el pasado 21 de junio, en una celebración a ‘nuestra manera’, lejos de liturgias eclesiásticas, en plena naturaleza, al pie de la Maliciosa, rodeado de árboles, flores y seres queridos.
Queríamos celebrar la llegada de nuestro retoño, darle la ¡Bienvenida al mundo!, comer, beber, celebrar, festejar, pero también dotar ese momento de significado, reunirnos entorno a él para acompañarle, transmitirle nuestra energía, bendición y  buenos deseos para su vida. Por ello decidimos hacer una ceremonia laica, cargado de simbolismo y  basado en rituales ancestrales con los 5 elementos como pilares fundamentales: Tierra, Agua, Fuego, Aire y Éter.

Foto Buscando a Náyade


Elegimos el solsticio de verano, el día más largo del año, el comienzo de la época estival y una noche propicia para rituales  porque sucede la magia. Este día símbolo de la fertilidad, también era una fecha especial para nosotros porque hace un año por estas fechas nos quedamos embarazados.

Con  la ayuda de Simboliza, una  organización dedicada  a la celebración de ceremonias civiles ‘con corazón’, que muy amablemente nos envío el guión de su ‘Ceremonia de bienvenida al mundo’  y con nuestro toque y el de nuestra querida amiga María Medina de Camino Akasha, a la que propusimos ser nuestra sacerdotisa fuimos elaborando la celebración.
María nos invitó a traer al momento y al lugar a los seres queridos que ya no están aquí para que nos acompañaran en la ceremonia. Seguidamente rodeamos a Alejandro con la energía protectora de la Tierra,  cada uno de los asistentes trajo un pedacito de tela con la que elaborar una manta para arropar al niño, símbolo de lo material, del cobijo y la protección.

Foto Buscando a Náyade


Llegó el momento de bendecir al bebé con el elemento Agua representando la pureza y el fluir de la vida.  Con una concha vertimos sobre el pequeño agua traída del El Jardín del Cáliz (Glastonbury) a la que se le atribuyen propiedades milagrosas. Esta localidad inglesa cercana a Bristol está cuajada de leyendas, una de ellas dice que en este maravilloso jardín se encuentra enterrado el Santo Grial, de ahí las propiedades curativas del agua y su color rojo característico.

La energía vital del Fuego llegó de la mano de un cirio que prendimos y con la que cada uno de los presentes encendió una velita para enviar luz y guía a Alejandro.



Foto de Buscando a Náyade

Por último el Aire, la flexibilidad, la ligereza, la libertad personal, representada por globos blancos y azules y un gran molinillo  de los mismos colores al que todos soplamos y giramos.

El Éter, el elemento fundamental, el vacío a través del cual se forman el resto de elementos quedó manifestado en el amor incondicional y en los buenos deseos que todos formulamos y dejamos por escrito para entregar a Alejandro cuando sea más mayor.
Con el bebé protegido y bendecido, todos celebramos su llegada con una merendola y unos postres muy especiales. Acabamos la noche del solsticio escribiendo en un papel todas aquellas cosas que queríamos dejar atrás y quemándolas para liberarnos y fluir más ligeros el resto del año.