Me he tomado unos meses para escribir este post y aunque lo tenía muy presente necesitaba un poco de tiempo para colocar los detalles, las emociones y las sensaciones. Nuestra boda fue diferente porque así sentimos que debía ser. Cuando la recuerdo siento una enorme satisfacción, simplemente porque fuimos nosotros al 100%, puros y en esencia. Cada detalle, cada momento expresaba nuestro sentir y nuestra personalidad. Ni mejor, ni peor, simplemente la nuestra.

No nos casamos por la Iglesia, ni por el juzgado. No hubo Biblia, ni Código Civil. Una preciosa sacerdotisa con un pañuelo dorado en la cabeza unió nuestros espíritus para siempre mientras ejercían de testigos cuatro árboles que parecían susurrarnos, un mágico lago lleno de vida y nuestros seres queridos.

 

La ceremonia, la unión de Espíritu, es algo más profundo que la unión de Almas, consiste en una integración de las energías de la pareja a nivel espiritual. De alguna manera los contrayentes dejan de  ser dos a nivel energético para formar un nuevo y poderoso Uno.

El compromiso que hicimos en ese instante fue el de cumplir nuestras misiones de vida conjuntamente, manteniendo la unificación y acompañándonos desde el Espíritu.

El ritual, como en la mayoría de celebraciones de este tipo, estuvo presidido por los 5 elementos:

– Tierra, representada a través de cuarzos rosas y blancos, que regalamos a los presentes como recuerdo.

– El agua, traída de El Jardín del Cáliz de Glastonbury, de la que bebimos los novios y los invitados para anclar la energía de este elemento.

– El fuego, activado por velas grandes que presidían el altar y a través de las cuales cada uno de los asistentes pudo encender su velita de té.

– Aire, elemento  que se hizo notar mucho en la ceremonia. Estuvo presente a través de las  barritas de incienso que todos quemamos.

– El omnipresente éter que es y está en todo y en todos. 

Me gusto que la celebración fuera creándose a cada instante con las aportaciones de nuestra familia y amigos que iban contando recuerdos, nos daban las gracias o nos transmitían sus deseos de felicidad. Hasta nos regalaron una jota escrita e interpretada desde el corazón. 

Los protagonistas: el novio, la novia y por supuesto nuestro hijo, que a sus 15 meses  y  con una  clarividencia pasmosa, decidió en qué momento hacerse presente. Lo de entrar
caminando con los anillos no lo vio claro

y prefirió hacerlo en brazos de su abuela pero llegado el momento mágico de la entrega de alianzas, nos llamó para que le cogiéramos y en mis brazos nuestro bebé entregó el anillo a su padre para que lo pusiera en mi mano y a mi me dio el suyo para que hiciera lo propio. Tuve la sensación de que era él quien realmente nos casaba. También colaboró con la entrega de las arras, símbolos de la abundancia y la prosperidad, no sólo económica. Las arras representaron también esa entrega en cuerpo, alma y espíritu. Nuestro hijo selló el momento más emotivo.

Tenemos que darles las gracias a muchas personas por hacer de nuestra boda un día inolvidable.

Gracias a Tuty por casarnos, por preparar en secreto la ceremonia y por sostener junto a Antonio la energía del enlace y la de todos los presentes. Vosotros hicisteis que el enlace fuera único. 

Gracias Mery por permitirme realizar a tu lado ese ‘camino de la vida’ del que nos hablaste en la ceremonia. No creo que nadie hubiera podido transmitir más emoción que tú. 

Gracias Gonzalo y María por vuestras palabras y vuestras presencia. “Habla la vela de vuestra boda” de Phil Bosmans. Imposible haber elegido algo más apropiado.

 
A mi marido,  como ya le dije en la boda, ‘Gracias por Ser, Estar y por encontrarme’. Ahora añadiría también y ‘por aguantarme’ y por tantas cosas…
 
Y por supuesto a nuestros padres y a las dos familias al completo que nos apoyaron y ayudaron en los pequeños y grandísimos detalles. 




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