Quiero ser una consumidora responsable, me gustaría tomar decisiones conscientes a la hora de elegir los productos y las marcas que llevo a mi hogar y saber que hay detrás de las empresas a las que respaldo con mi dinero. Afortunadamente ya he pasado la etapa de confiar en la buena fe de las compañías, organismos y estado  y en asumir como cierto lo que ‘sugiere’ el etiquetado de mi cesta de la compra, que haciendo magia con las palabras juega  a confundir a los compradores con refinadas estrategias comerciales.

Lamentablemente estamos enfermando, cada vez hay más casos de cáncer, diabetes, obesidad y problemas de infertilidad  en parejas jóvenes y aparentemente sanas. Nada más empezar a informarme, me he quedado abrumada por la  vorágine de tóxicos que hay en los alimentos que como, en los cosméticos que uso a diario alegremente para ‘cuidar’ mi piel, en la ropa que visto  y en los productos de limpieza con los que creo que mi casa queda impoluta. Y no he hecho nada más que tirar un pelín de la manta.
Es realmente importante tener información, ya no me valen excusas del tipo ‘todo es malo, si te pones a pensarlo no comerías nada’, ‘No podemos luchar contra las grandes empresas’. Tenemos que saber qué estamos comprando y cómo afecta a nuestra salud y si aún sabiendo que es perjudicial optamos por comprarlo, perfecto, cada uno es libre de actuar según su criterio, pero luego si enfermamos no nos podremos llevar la mano a la cabeza, porque hemos sido cómplices de ese engaño, aunque sea con nosotros mismos. No quiero vivir ciega, ajena a una realidad que está ahí, y que ni los gobiernos ni la Unión Europea quieren legislar, no necesito estos organismos que sólo miran por sus propios intereses, prefiero pensar que la responsabilidad sobre mi vida y mi salud es mía y de nadie más.
Con ese planteamiento quiero subir al blog toda la información que he ido recopilando en este camino y plasmar los cambios que como consecuencia de ello he empezado a hacer y seguiré haciendo. Me he propuesto revisar mis hábitos de consumo y someter a examen los productos y marcas que compro, buscando alternativas saludables y sostenibles en los casos en los que descubra que pueden poner en riesgo mi salud y la de mi familia o atentan contra los animales o el medio ambiente en general, intentando mejorar nuestro pequeño mundo simplemente introduciendo algunos cambios.
Como consumidores tenemos el poder, si todos cambiáramos nuestra manera de comprar las grandes empresas tendrían que acabar adaptándose a nuestros requerimientos. ¿Por qué en la mayoría de países europeos todos los supermercados tienen secciones ecológicas a precios asequibles mientras que en España además de ser difíciles de encontrar debemos elegir entre salud o economía doméstica? ¡Juntos podemos hacer mucho!