Foto El Beso de l’Hôtel de Ville. París, 1950. © Robert Doisneau

Es curioso el sentido que muchas veces damos a las cosas, hacemos asociaciones mentales que sin darnos cuenta nos hacen amar o aborrecer lugares u objetos, aunque ellos mismos no tengan la culpa de lo que nos provocan. 

 
Podemos caminar por una calle sin darnos cuenta de lo que nos rodea y de repente esa calle que antes no significaba nada, acaba por robarnos un pedacito de nuestro alma y aquellos objetos para los que antes no teníamos ojos, terminan por susurrarnos al oído momentos vividos en su escenario: un portal que nos protegió de la lucha con el viento y la lluvia, un banco donde iniciamos una conversación importante, un beso robado junto a una fuente o un adiós en un parque y ya queramos o no, no será nunca más la calle, a partir de entonces será Nuestra Calle.