Se cierra un ciclo y comienza otro y siento que he de dejar marchar ya las sombras de mi maternidad porque me pesan, es todo eso que no quiero ver, pero está. Quiero soltar las cicatrices físicas y las que no se ven en mi cuerpo, pero son más profundas. Esa maternidad en la oscuridad: los arrepentimientos, las culpas, los juicios sobre mi misma, todo lo que me hubiera gustado vivir de otra manera pero no fue. Y le mando aceptación y le digo a ese juez interior que ‘Me amo y me libero, que lo hice lo mejor que supe con las herramientas que tenía en ese momento’.
Le doy las gracias a todo aquello que no salió como yo quería, porque me trajo el aprendizaje de no controlar y fluir. Porque aunque no me gustó, las lecciones fueron grandes y si no hubiera sido de esa manera yo no estaría haciendo lo que hago ahora, sería otra yo, posiblemente una versión más descafeinada de mí misma y me gusta como soy en este instante, con mis luces, sombras, cicatrices, errores y aciertos.
Queda todavía un tiempo de sumergirme profundamente en esa sombra para entenderla a ella y entenderme a mi. Me queda el trabajo de abrazarla e integrarla definitivamente para convertirla en más luz y cuando eso ocurra estaré preparada para vivir una nueva maternidad y traer una nueva vida desde otro lugar.
Eso tienen las cicatrices, son un velo muy fino entre la luz y la oscuridad y si sabemos mirar de la manera adecuada encontraremos que hay un regalo escondido esperando ser descubierto.