Ayer fue jornada de cosecha, día de despedirme de mis preciosas plantas de Artemisa Annua, que me han acompañado durante toda la primavera y el verano.

Hasta que toda esta situación ‘extraña’ se apoderó del mundo no había oído hablar de esta valiosa planta con importantes propiedades medicinales. Cuando la conocí, enseguida quise hacerme con unas semillas y llegado el mes de febrero me puse a la tarea de germinarla.

Fueron semanas de observación e incertidumbre, de días nublados en los que le ponía una luz especial para que no echara mucho de menos el sol junto a sus compañeras calabazas, zanahorias, tomates, geranio, etc.

Mis artemisas pasaron de una huevera, a una pequeña maceta, de ahí a una mayor y ya cuando el tiempo era propicio y las heladas ya no llegaban a nuestra casa, le regale su gran maceta definitiva, que situé en mi terraza.

El mi cabeza, su objetivo era puramente sanador y medicinal, pero estaban tan esplendidas y majestuosas mis dos artemisa salvaguardando cada una un lado de nuestro mirador, que todo el mundo que venía a casa admiraba su belleza. Quizás era su energía la que atraía miradas.

Con el tiempo aprendí a entenderla, cuando estaba triste porque necesitaba agua, cuando precisaba de más sombra o de más sol y nuestra relación iba profundizando.

Ayer, abrí mis Registros Akáshicos, abrí los suyos y desde esta conexión alma a alma puede sentir su energía y conectar fácilmente con ella. Sentí como la luz que desprendía la planta me rodeaba. Y le pedí que me transmitiera su medicina, su sabiduría. Solicité que ella misma dirigiera mis manos para recolectarla de la mejor manera posible.

Y avisando del corte, para que pudieran retirar de allí su energía, fui cortando sus ramas y haciendo ‘atillos’ con ellas.

Fue curioso como al hacer el primero, no podía parar de estornudar y pensé ‘vaya, me está dando alergia’ pero enseguida la voz sabía de la planta me explicó que estaba recibiendo una sanación’.

Es bastante frecuente que durante las sanaciones, el sanador o el sanado, estornuden o tosan ya que estas son dos maneras muy frecuentes, que tiene el cuerpo de integrar y transmutar energía.

Así, aún recién cortada, la artemisa, me estaba haciendo un gran regalo. Continué anudando el resto de ramas, pero en esta ocasión ya no me hicieron estornudar. El trabajo energético estaba listo.

Las colgué boca abajo en un secadero que Jesús hizo para mis plantas y allí permanecerán a oscuras las próximas semanas hasta que estén listas para conservar en frascos de cristal para aliviar con su magia vegetal nuestros resfriados y gripes o levantarnos las defensas, cuando sea necesario.

Si bien creo que las plantas son siempre sanadoras, no es lo mismo ir al supermercado y comprar un sobrecito (que no sabemos cuantos químicos o en que condiciones de explotación se ha recogido) que crear ese lazo de unión espiritual con ella durante todo su ciclo de vida. El amor, hace milagros.

Deseando que su energía me acompañe durante todo el otoño y el invierno igual que sus preciosas tallos y hojas lo hicieron en primavera y verano.

¡Deseo que tengas plantas y árboles maravillosos en tu vida! ¡Aho!