Solo nos pasó esa noche pero recuerdo perfectamente el sentimiento de desesperación de saber que ese pequeño ser dependía totalmente de mi y yo no era capaz de solventar la situación. Me sentía asustada, agobiada, preocupada, presionada, desesperada, insegura, torpe, desprotegida y tremendamente cansada y en medio de toda esa negrura mental, el papá de la criatura me dijo que cogiera la mano del bebé, y así desde mi cama en la oscuridad de la noche mi brazo se alargó y mi mano tocó la del pequeño. No puedo describir lo que sentí cuando la mano del bebé agarro la mía con toda la fuerza del mundo. No creo que un niño de dos días pudiera agarrar así la mano, no creo que pudiera tener tanta fuerza, pero la tuvo y de repente me dio un vuelco el corazón. El pequeño me estaba diciendo ‘Mamá te necesito, confío en Ti, estamos juntos en esto’ no puedo explicar la sensación, la intensidad, sólo que nunca olvidaré esa manita y ese apretón que disolvió en segundos mis inseguridades. Mi hijo me necesitaba y no le iba a fallar.