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Sentada en el sofá a media tarde escuchando la lluvia caer, intento meterme en tu piel, sentir como tú, conocer tus miedos, tus planes, tus sueños, conectar con tu alma vieja y tu cuerpo nuevo, ser Tú.
Mis pensamientos sobre mi, sobre la nueva vida que me espera  y sobre el momento del parto ya no tienen importancia, hoy te siento a Ti, intento ponerme en ese papel que una vez hace muchos años me tocó también interpretar. ¿Cómo siente un bebé antes de nacer? ¡Qué sensación de incertidumbre, qué aventura! Eso si es fluir, confiar en la vida, tirarse a la piscina. 
Un ser que presupongo nace consciente en muchos casos pero totalmente dependiente físicamente, te siento como un trapecista sin red, te aventuras al vacío, a lo desconocido a un mundo de sensaciones que te harán sentir al principio inseguro, pequeño, vulnerable, a veces incluso fuera de lugar (es muy diferente del sitio de donde vienes), esperando que alguien al otro lado no te deje caer, te sujete la pequeña cabecita, te abrace y nunca más vuelva a soltar tus deditos pequeños y suaves.
Puedo sentir tus vacilaciones supongo que igual que tu puedes sentir las mías. Pero ¿Sabes? estamos juntos en esto.
Me doy cuenta de lo importante que es el piel con piel mamá-bebé y confío en que todo vaya bien y así podamos hacer esa transición  delicadamente, despacio, con mimo y con todo el respeto y la comprensión del mundo, sin más cambios que los que la biología nos obliga a hacer. Así, espero que comiences a respirar sintiendo el latido de mi corazón,  mi calor, mi olor y mi voz que te ha acompañado estos nueve meses, así sabrás que estoy ahí para ti y que siempre lo estaré.